Nadie puede saber lo agradable y deseable que puede
ser una mañana
para la vista y el corazón hasta haber padecido una
noche de terror
La novela más
recordada del irlandés Bram Stoker se ha convertido, desde su publicación en
1897, en uno de los pilares fundamentales de la literatura de terror gótico.
Escrita a modo de diarios, donde convergen las impresiones de todos los que se
ven afectados por la terrible presencia del ancestral vampiro, Drácula es una rica reinterpretación de todo el
folclor y literatura que ha girado en torno al fascinante no-muerto que debe
saciarse con la sangre de los mortales para poder sobrevivir su malévola existencia.
A veces la novela puede tornarse
larga en las descripciones pero ningún detalle sobra para construir la
maravillosa historia que implica al mítico vampiro de Transilvania, a Mina y
Jonathan Harker, al profesor Van Helsing y a los amigos que emprenden la feroz
cruzada por dar muerte al espantoso conde. Salvo unos pequeños lapsos donde la
necesidad erudita de Stoker le sale al revés (confundiendo vocablos de diversas
lenguas, trastocando tradiciones y equivocando algunos términos) Drácula es una novela fabulosa y, a
pesar de su larga extensión, y de una lectura cautivadora que dificulta el
soltar el libro una vez se ha empezado.
Para los amantes de los vampiros y
del terror gótico Drácula constituye no
sólo una pieza fundamental sino clave pues ha sido, en harta medida, la fuente
fundamental de la que han bebido posteriores representaciones de los vampiros
como son las películas de Nosferatu,
los libros homoeróticos de Anne Rice e
incluso el desafortunado fenómeno de la saga de Crepúsculo. La novela de Stoker es un ícono de la cultura gótica,
un blasón imprescindible para los amantes de lo oscuro y terrorífico. Drácula es el más afortunado acierto en
la vasta producción que retrata la fascinante figura del vampiro. Una lectura
sin duda maravillosa.