miércoles, 26 de junio de 2013

Ella cantaba boleros


"el sexo es un ejercicio mental que se ejecuta con el cuerpo"
CAIN
Este volumen, publicado en 1996, Guillermo Cabrera Infante compila dos cuentos que ya habían aparecido en Tres tristes tigres (1964) y La Habana para un infante difunto (1979), a saber “La amazona” y “Ella cantaba boleros”. Si bien ambas narraciones responden a estilos distintos es fácil rastrear temáticas recurrentes en el escritor que, a veces, asumía el seudónimo de CAIN. Así, el cuerpo femenino, la vida nocturna de la Habana, la música popular y los complicados juegos con el lenguaje, producto de una prosa exquisita y de las relaciones que denotan un gran conocimiento de la literatura universal, aparecen en el libro.
            Quizás uno de los criterios que permita empatar ambas narraciones sea la mirada a través de la cámara. En “La amazona” el narrador es un crítico de cine que trabaja para la revista Carteles (Cabrera Infante desdoblado en sí mismo a través de la escritura) y la idealización del cuerpo de Violeta del Valle, una actriz cubana que trabaja en Venezuela, se resuelve desde una sucesión de imágenes que imprimen un carácter cinematográfico a la narración. En el cuento que da nombre al libro, el narrador es un fotógrafo de la vida nocturna cubana que queda fascinado por la inmensa aparición de una cantante de voz preciosa y figura irrisoria: Estrella; en este caso las imágenes responden al afán de capturar un instante en un cuadro eterno, propio de la mirada fotográfica.
            Guillermo Cabrera Infante despliega en este libro su ingenio como prosista en dos narraciones espectaculares donde el cuerpo de la mujer y el lenguaje son los protagonistas, y el narrador es una ficción accesoria que permite nombrarlos. El estilo se debate entre el cultismo del primer relato y un argot más centralizado en el habla cubana en el segundo, no obstante ambos resultan maravillosos y un delicioso placer de lectura.   

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde



“El movimiento estaba, por tanto, totalmente orientado hacia lo peor”

-Henry Jekyll

Publicada en 1886, la novela corta de Robert Louis Stevenson trata de las dicotomías del carácter humano, ejemplificadas en la figura de un ser compuesto enteramente de maldad y exento de toda traba moral. En ella el abogado Utterson se interesa por la extraña aparición de un personaje que recorre las calles londinenses, cobijado por la penumbra, y que, como un crápula, se regodea en cada uno de sus crímenes. La aparición de esta criatura, en el sentido deshumanizado de la palabra, lo llevará a uno de sus más antiguos amigos, el doctor Jekyll, sin sospechar qué tan profundamente están ligados ambos seres.
            Escrito con una celeridad impresionante, la novela de Stevenson es una pieza magistral del drama psicológico, una exquisita historia donde convergen el suspense y el terror gótico y cuya trama le sobrevino al tuberculoso escritor en un sueño. A pesar de la amplia distribución de esta historia y sus sucedáneas adaptaciones a la pantalla grande, la novela de Stevenson es aún hoy un caso excepcional y maravilloso, imposible de leer despacio pues el lector se verá conducido por el manejo estilístico del escritor al vertiginoso final que esconden las últimas líneas del texto. A caballo entre la anticipación a la teoría freudiana y la novela de detectives El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde  resulta en una fastuosa narración de los dramas internos que acaecen en la psiquis humana, que se debate entre la moralidad y el instinto.
            La novela de Stevenson  es quizás una de las piezas decimonónicas de más rica entretención. Alejada del naturalismo indaga, sin saberlo, en las más profundas disquisiciones de la mente humana, creando una hibridación en el género narrativo que no es ni terror ni drama psicológico sino un género nuevo, inclasificable. Un must read para los amantes de la literatura de suspense, un clásico que casi culmina la literatura gótica.