"el
sexo es un ejercicio mental que se ejecuta con el cuerpo"
CAIN
Este volumen,
publicado en 1996, Guillermo Cabrera Infante compila dos cuentos que ya habían
aparecido en Tres tristes tigres (1964) y La
Habana para un infante difunto (1979), a saber “La amazona” y “Ella cantaba
boleros”. Si bien ambas narraciones responden a estilos distintos es fácil
rastrear temáticas recurrentes en el escritor que, a veces, asumía el seudónimo
de CAIN. Así, el cuerpo femenino, la vida nocturna de la Habana, la música popular
y los complicados juegos con el lenguaje, producto de una prosa exquisita y de
las relaciones que denotan un gran conocimiento de la literatura universal,
aparecen en el libro.
Quizás uno de los criterios que
permita empatar ambas narraciones sea la mirada a través de la cámara. En “La
amazona” el narrador es un crítico de cine que trabaja para la revista Carteles (Cabrera Infante desdoblado en sí
mismo a través de la escritura) y la idealización del cuerpo de Violeta del
Valle, una actriz cubana que trabaja en Venezuela, se resuelve desde una
sucesión de imágenes que imprimen un carácter cinematográfico a la narración.
En el cuento que da nombre al libro, el narrador es un fotógrafo de la vida nocturna
cubana que queda fascinado por la inmensa aparición de una cantante de voz
preciosa y figura irrisoria: Estrella; en este caso las imágenes responden al
afán de capturar un instante en un cuadro eterno, propio de la mirada
fotográfica.
Guillermo Cabrera Infante despliega
en este libro su ingenio como prosista en dos narraciones espectaculares donde
el cuerpo de la mujer y el lenguaje son los protagonistas, y el narrador es una
ficción accesoria que permite nombrarlos. El estilo se debate entre el cultismo
del primer relato y un argot más centralizado en el habla cubana en el segundo,
no obstante ambos resultan maravillosos y un delicioso placer de lectura.