jueves, 30 de mayo de 2013

1984


“Bien podía ocurrir que todos los libros de historia
fueran una pura fantasía.”

Publicada en 1949, la última novela de George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, aún hoy da de que hablar. En efecto, la estética gris y decadente de la sociedad retratada bajo el yugo del Ingsoc, las consideraciones en torno a la ubicuidad de  la figura del Gran Hermano, el terror psicológico y la dominación intelectual y discursiva que la novela retrata aún son tema de debate y de larga difusión a lo largo de la producción cultural contemporánea.
            Las vicisitudes que atraviesa Winston Smith, un miembro menor de la compleja estructura de poderes retratada en 1984, y las reflexiones en torno a la libertad y la esencia humana que se despiertan en su diezmada mente por la ginebra y el trabajo exhaustivo, son uno de los aspectos más importantes de la novela de Orwell. En un lugar donde el control sobre el individuo es casi  absoluto y el poseer y registrar los pensamientos en un diario es considerado un crimen ideológico, las consideraciones en torno al poder estatal, la libertad del individuo, el derecho al amor y la compasión son factores a considerar.
            1984 es el testimonio final de un narrador joven, acabado en un lecho por una terrible tuberculosis, y que registró mucho tiempo antes e inspirado por la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, fenómenos aún hoy vigentes y sobre los que valdría la pena volver el punto de consideración. 1984 es una excelente novela, llena de angustiosas descripciones sobre la privación de la libertad, el carácter humano y el terror que lo homogeniza. Una asombrosa narración que no podría ubicarse en el terreno de la ciencia ficción aunque su influencia en este género es evidente, tanto así que se ha convertido en un bastión sobre el que se apoya gran parte de la producción de ficción científica sucedánea.  

Seize the Day



“You can spend the entire second half of your life
recovering from the mistakes of the first half.” 

Escrita en 1956, la cuarta novela de Saul Bellow, premio Nobel de literatura en 1976, es un apabullante relato sobre el día de un actor fracasado en Nueva York. La novela tiene como protagonista central a Wilhelm Adler, un hombre grande y de carácter débil que una vez de se dejó seducir por sueños de fama, confort y dinero que nunca llegaron. A sus cuarenta años se encuentra atrapado entre las deudas, una esposa que se niega a darle el divorcio y le aísla cada vez más de sus hijos y una difícil relación con su padre quien se niega a aceptar los fracasos de Adler. Seducido por las palabras de un extraño psicólogo, Adler invertirá lo que le queda de dinero en una apuesta suicida en la bolsa de valores.
            La novela ofrece hondas reflexiones en torno al problema del sujeto moderno. En efecto los años cincuenta norteamericanos fueron el momento que vio nacer la clase media estadounidense, una clase agobiada por la monotonía, por el deber ser y completamente enajenada por los modelos de producción que se sucedieron tras la Segunda Guerra Mundial. Así, la desesperación en torno a la cotización de productos en la bolsa de valores, el afán del hombre contemporáneo y el atropellador ritmo de la vida en metrópoli quedan ejemplificadas en la corta novela de Bellow, a la vez que, auxiliado por el psicoanálisis y la filosofía, reflexiona sobre el papel del hombre en tales circunstancias.
            Seize the Day es una corta ficción de excelente orquestación. En veinticuatro horas el lector presencia la caída de Adler y todas las dudas que se suscitan de sus acciones pasadas y las malas decisiones que tomó en el pasado. Una ejemplar muestra de uno de los escritores más interesantes del siglo XX norteamericano, precursor de plumas de amplia divulgación contemporánea como la de Philip Roth, compañero y protegido del fallecido Nobel 

martes, 28 de mayo de 2013

Cartas en el asunto



“De esta forma, nos guste o no, todos
-ases o comodines- estamos involucrados
en esta gran partida de sotas, caballos y reyes,
que es la vida.”

En las primeras líneas del prólogo a esta colección de cuentos, el autor RH Moreno-Duran, invita al lector a considerar cuántas acepciones tiene la palabra carta en el uso castellano. Con esta primera reflexión se ofrece un cuerpo de seis relatos que se construyen a partir y a través de la polisémica significación de la carta. La epístola, el as esperado en una partida de póker, el oscuro arcano del Tarot que signa el terrible destino de los hombres o la inevitable verdad tatuada en el cosmos en el momento de nuestro nacimiento, son el armatoste desde donde se erigen estos cuentos, barajados todos en torno al cuerpo de la mujer, la constante de las narraciones de Moreno-Duran.
            Quizás uno de los aspectos más interesantes de Cartas en el asunto es ver cómo las diferentes historias que lo componen están entremezcladas, de forma que hay guiños y referencias entre ellas, como si todo fuese un solo texto. Así mismo, el único momento en que aparecen los títulos de los cuentos es en el índice, nunca dentro del cuerpo del libro. Esto permite el libro como un solo universo, del que cada uno de estos seis cuentos es sólo un naipe de la baraja. Como recuerda Moreno-Duran en su prólogo baraje y corte por donde quiera y encontrará al final  lo mismo.
            Cartas en el asunto es un fiel exponente de la maestría escritural de una de las más insignes plumas de la narrativa colombiana del XX, quien abandonó las letras nacionales en el 2005, desafortunadamente muy pronto. Sólo en Moreno-Duran el lenguaje se transforma en jolgorio, orgía, carnaval a la vez que alterna con las más sardónicas descripciones de la melancolía humana, siempre signada por la presencia libidinosa del cuerpo de la mujer que en Cartas en el asunto es también el cuerpo del texto.    

miércoles, 8 de mayo de 2013

Opio


“El opio permite saborear placeres sensuales
intensos y con frecuencia prohibidos”

Maxence Fermine es una de las jóvenes promesas de la literatura contemporánea. En Opio se da cuenta de las aventuras de Charles Stowe, un inglés aficionado al té que decide internarse en una travesía peligrosa por la China decimonónica en su afán por conocer los secretos de la aromática planta. Stowe se verá envuelto en una serie de percances relacionados con el tráfico del opio, droga que los ingleses habían protegido para lograr sus fines colonialistas y que había enfermado a la sociedad por sus efectos adictivos.
            La prosa de Fermine es pulcra, cuidadosa y, a veces, raya en lo aburrido. La novela toma mucho tiempo en desarrollar y plantear la atmosfera y el problema a trabajar. Esta larga anticipación resulta en un ejercicio logrado a medias pues, tras desenvolverse los eventos que conciernen a Stowe, la lectura resulta en una suerte de estafa. Fermine ha sido comparado Antoine de Saint-Exupéry, famoso autor de El Principito,  pero en realidad dista mucho de superar la riqueza poética detrás de lo aparentemente anecdótico. Así, Opio  resulta en un denso decálogo de aventuras que no ofrece mucho más ante los ojos de un lector medianamente versado.
            Opio quizás y no sea la obra más interesante de Maxence Fermine y a lo mejor no resulte concluyente juzgar a este autor con tan sólo esta lectura. En la novela se atisban elementos narrativos de una pluma capaz y precisa, mas al momento de desarrollarlos se queda en una historia intrépida y superficial. En efecto todos los elementos están dispuestos: el peligro, la seducción, el afán de sortear los obstáculos y conocer los secretos místicos detrás del té. Tristemente Fermine no logra desarrollarlos con eficacia y la novela corta resulta en una lectura ociosa, intrascendente y fácilmente olvidable o simplemente prescindible.

El pintor debajo del lavaplatos



“Las rayas de los dibujos son los
límites que creemos que las cosas tienen”


La novela de Afonso Cruz cuenta la historia de un pintor. Más allá de la anécdota de que éste durante un tiempo se escondió bajo el lavaplatos de una familia portuguesa, en su afán de salvar su vida de la amenaza nazi, el libro se centra en el complejo carácter del artista, en cómo se desprende de todo para poder dibujar, de cómo al hacerlo va perdiendo su vista, en una bella metáfora sobre la luz y la oscuridad, entre los ojos encendidos y los ojos apagados.
            Afonso Cruz reúne en este libro una serie de reflexiones en torno a la naturaleza humana y del arte en un rico tejido poético de una exquisita belleza. En torno a la vida de Sors, el pintor que vivió debajo de un lavaplatos, el libro se ve nutrido de un sutil magnetismo que inhibe el soltarlo, pues una vez se empieza a leer es difícil parar. Así mismo los capítulos resultan concisos y llenos de una riqueza discursiva impecable. El pintor debajo del lavaplatos se convierte en un texto fantástico donde la vida y la luz son indivisibles, donde la amenaza de verse inmerso en un oficio afecta el comportarse realmente como un ser humano.
            Esta novela fue una de las más vendidas en la pasada edición de la Feria del Libro de Bogotá, donde Portugal fue el país invitado de honor. Sin duda el carácter carismático del autor colaboró con las ventas pero, más allá de ser un mero fenómeno editorial, la novela de Afonso Cruz es una excelente primera aproximación a la literatura portuguesa contemporánea, una elegante invitación a sumergirse en los misteriosos ámbitos literarios de un país enamorado del mar, la melancolía y la aventura. El pintor debajo del lavaplatos es una novela aprehensible y supone una rica experiencia de enriquecimiento personal para cualquier persona.