jueves, 21 de febrero de 2013

Kitchen


“Los recuerdos verdaderamente entrañables viven y brillan.
Con el paso del tiempo reviven con angustia.”
Mikage


Mahoko Yoshimoto (mejor conocida por su seudónimo Banana Yoshimoto) escribió esta novela cuando aún estudiaba en la universidad. Desde el año de su publicación, 1988, hasta nuestros días se ha convertido en una obra ampliamente celebrada por su capacidad de registrar, con un discurso simple que puede rayar en lo sentimental, las difíciles verdades que circundan al amor y a la muerte. En Kitchen y Moonlight Shadow (novela corta que suele acompañar al libro) el eje de la narración gira en torno del duelo y las vicisitudes que se desprenden de la necesidad de seguir viviendo cuando el otro amado nos ha dejado.
            La lectura de Yoshimoto resulta en un ejercicio ameno, donde la historia transcurre sin percibir el paso de las hojas que se agotan. Su prosa posee una sensibilidad que le permite hablar de problemas complejos que circundan al individuo con naturalidad y sencillez. Si bien se ve afectada marcadamente por la cultura occidental, ello le permite apelar al problema que retrata de una manera universal. La crítica a menudo ha dicho de su estilo que está enfocado por criterios comerciales, que raya en la cursilería para suscitar mayor aceptación. No obstante, lo que podría malinterpretarse como una simplicidad intelectual queda desvirtuado con la capacidad de conmoverse que suscita su prosa, rebosante de belleza.
            Habría que volver los ojos sobre Yoshimoto, su ópera prima es una evidencia de una pluma virtuosa que, delimitando con pocas y acertadas palabras, le habla al género humano de sus dolores y lo exhorta a buscar la felicidad en cada instante, a no dejar que la amargura malogre sus días, a sonreír en compañía de las personas que nos quedan. En definitiva, Kitchen es la comprobación de que la vida a veces no es tan dura, a pesar del camino de lágrimas que se va dejando atrás, como si tratara de decirnos que los recuerdos son parte de lo que fuimos pero no una tara que nos inhibe a llegar a lo que podemos ser.

martes, 19 de febrero de 2013

Neuromancer


“The sky above the port was the color of television,
 tuned to a dead channel.”


Publicada en 1984, la ópera prima de William Gibson constituye por sí misma y por una serie de curiosidades suscitadas en rededor a su producción en una novela que inaugura muchos aspectos. En primera instancia, Neuromancer se convirtió tras su aparición en el más claro exponente de la literatura cyberpunk, esto es un subgénero que se deriva de la ciencia ficción. En ella Case, un vaquero informativo con un fuerte cuadro de toxicomanía, es contratado por un extraño cliente para que lleve a cabo la más complicada estafa informática que hasta entonces se ha visto. La novela fue la primera en ser galardonada con “la triple corona” de la ciencia ficción (los premios Nebula, Philip K. Dick y Hugo) y desde entonces ha sabido abrirse un lugar en la crítica contemporánea y en el corazón de sus lectores no académicos.
            Uno de los aspectos más inquietantes de la novela es la aparición del ciberespacio, término acuñado por primera vez por Gibson antes de la aparición del internet. Es a través de esta conexión que las limitaciones de los cuerpos se desdibuja, volviendo la consciencia sobre un gran recipiente informático donde ésta puede moverse con plena libertad, estar conectada con las miles de personas que componen la red y, a través de la consola, estar en todos los lugares sin estar en ninguno.
            La novela de Gibson es agradable de leer. Si bien a veces la trama es confusa por las acciones que se suceden con extrema rapidez y los términos solamente existentes en el universo del libro, Neuromancer resulta en una inquietante pieza de lectura. Gibson luego convertiría en la primera parte de una trilogía, no obstante la novela funciona por sí misma, aunque deja deseando debido a su interesante trama conocer más historias similares y acercarse al intrincado mundo de pixeles de Gibson.

lunes, 11 de febrero de 2013

Ubik


“They call me Ubik, but Ubik is not my name.
I am. I’ll always be.”
Ubik

Philip K. Dick (1928-1982) es quizás el escritor favorito de ciencia ficción para aquellos a los que no les gusta el género. Su novela Ubik, de 1969, se ha convertido en un referente necesario tanto para los amantes de la especulación científico-técnica como para aquellos enteramente desligados de las reflexiones que constituyen las páginas de este extenso género. Situada en 1992, la novela presenta interesantes especulaciones sobre lo que podría ser el futuro a los ojos de un escritor de finales de los sesenta. En ella se plantean reflexiones en torno a la existencia humana, especulaciones sobre lo que sucede tras la muerte y amplias discusiones de orden psicoanálitico. Todo esto en sintonía con la aparición de un extraño producto llamado “Ubik” que posee la misteriosa facultad de salvar a sus protagonistas.
            Quizás lo más interesante de esta novela radique en la ambigüedad en la que mantiene inmersos a sus personajes. En efecto, es difícil dilucidar si los personajes están vivos o no pues ellos mismos ni siquiera lo saben. Dick se encarga de mantener el misterio punto tras punto, línea tras línea, de forma tal que para el lector es imposible saber si el equipo anti psíquico de la Compañía Runcitier ha sobrevivido a los siniestros que se han desatado en su contra.
            Ubik es una de las obras estelares del autor de Do Androids Dream of Electric Sheep?, otro clásico de la ciencia ficción inmortalizado gracias a la adaptación que Ridley Scott hiciera de la novela en 1982. Como primera aproximación al género bien podría resultar complicado tomar a Ubik como primer escalón, pero la pericia de su narración, las complicadas reflexiones que nos presenta, resultan en una deliciosa lectura, en un acelerado viaje a través del tiempo, el espacio y la naturaleza de la vida misma.